sábado, 11 de julio de 2015

Pluma al viento.

La miré a los ojos y supe que lo nuestro duraría lo que dura un suspiro,
lo que dura un jadeo, lo que tarda en rozar la pluma al viento el suelo.

Ella era esos aires de libertad que el ruiseñor encerrado jamás podría acariciar.


Fascinación y  envidia recorrieron mi piel al conocerla, y quise más, siempre más,
sentí que estaba encerrado, en mi cárcel invisible a la cual mis propias heridas me habían condenado.


Ella era el bailoteo de la risa en la noche madrileña, era la melena al viento que da la espalda al mar,
era, era... 
Aquel tango que yo jamás podría bailar.


O quizá... era el canto que me inspiró para poder liberarme al final.



Ya lo veremos.