martes, 16 de julio de 2013

Basta

Ella se miro al espejo, y en él una mujer le devolvió una cansada mirada. Sus ojos hinchados estaban acompañados de unas ojeras que le acariciaban la mirada, y una lágrima silenciosa surcaba, ardiente, sus mejillas.
 Estaba despeinada, pero, aun así, un par de rizos caían a ambos lados de la cara, como si quisieran imitar un paréntesis que dejara de lado todo aquello que esa cara mostraba.
Su cuerpo no era más que otro desastre, sus ropas ajadas bailoteaban casi como una burla alrededor de su cuerpo, sus enormes piernas y brazos lucían heridas profundas, pero, sin embargo, ninguna herida se acercaba a la herida de su alma.

De repente, un grito mudo se escuchó en la cabeza de la mujer, "Basta", se dijo, "basta...", y sin quererlo empezó a recordar momentos fugaces, y no tan fugaces, en los que se había sentido feliz, momentos que de un momento a otro se derrumbaron cual castillos de arena en pleno vendaval, sin embargo para ella aquellos castillos habían conseguido lo que ningún otro había conseguido, seguridad.

"Basta" se dijo a si misma una vez más, y comenzó a verse a si misma como si fuese uno de aquellos castillos y se juró volverse a reconstruir a si misma, pero de otra manera, quizá tardase días, meses o incluso años, pero iba a intentar eliminar toda inseguridad, excepto una, que jamás se le olvidaría y quizá le costase su nuevo castillo.

Y cuando le preguntasen el por qué de esa barrera con los demás diría, "una vez fui valiente y de mi solamente quedaron los jirones deshechos de la esperanza".


Aunque en el fondo... muy en el fondo siempre tendría el impulso de ser valiente, pero esta vez se quedará encerrado en los confines del castillo para que este no arda otra vez.


El espejo le devolvió la mirada, y esta vez un brillo en sus ojos  le prometió de alguna manera que saldría de esta. Porque de alguna manera, ella siempre se salvaba y volvía  a sonreír, porque al final su corazón de mimbre no se rompe y se escapa de la penumbra del miedo.