miércoles, 27 de febrero de 2013

Recuerdos envasados al vacío




Pongame cuarto y mitad de esos recuerdos que un día fueron míos,
los guardaré en el último estante para que se mueran de frío,
pongamelos, para que no se pierdan, envasados al vacío.

Algún día los tendré en mis manos, y querré sentirlos vivos,
aunque sean  solo recuerdos disecados, sabré que han sido vividos,
quizá entonces no tirite cuando los observe desde mis ojos vacíos.

La nostalgia calienta, pero no abriga,
los recuerdos, si se manchan o se traicionan, duelen como un puñal a cada esquina,
y entonces los escondes, los guardas, y sin éxito los intentas reducir a la nada.

¿En qué se diferencian entonces los disecados de los heridos?
Al final todo se queda en un sentimiento dormido,
escondido, perdido, desacostumbrado dentro de un laberinto.

Al final en ambos casos, te sientes algo perdido,
porque la nostalgia no calienta, y sin embargo te destempla con su sensación de no olvido,
porque las heridas son heridas, son recuerdos envasados o no al vacío.

Y cuando dobles esa esquina, en fantasmas se habrán convertido,
porque lo envasado muere, porque las heridas curan,
es como amputarte un miembro antes de que el accidente ocurra.

Pongame unos recuerdos de esos, envasados al vacío,
que aunque yertos y sin vida, me recuerdan lo que pudo haber sido.

lunes, 25 de febrero de 2013

La princesa de fuego






Hoy os voy a dejar un cuento que he contado hoy a los niños para empezar el día. La verdad es que ellos tienen muchas cosas que enseñarnos, creo que uno de los lugares más justos del mundo es el colegio, bien llevado por supuesto, es realmente el entorno que más tarde nos hará libres. De ti depende ser un buen maestro y con todo, con cada uno de sus triunfos y derrotas aprendes a seguir luchando, porque la justicia existe y es así como deben ser las cosas.

               Porque cuando en sus caras aparece una sonrisa o en sus labios un te quiero, todo merece la pena, cuando se refugian en ti porque tienen miedo o simplemente porque se han raspado las rodillas, cuando te hacen un regalo y  lo hacen con todo su corazón, cuando el trabajo es un regalo y una forma de llegar a ser mejores.

Cuando consigues que se integren y se sientan queridos, cuando consigues que ninguno de ellos sea rechazado, cuando la verdad lo es todo, cuando a pesar de que estés cansado ellos te dan su energía,
ellos materia pura, ellos con todas las posibilidades del mundo, incluso los que están en una mala situación,ellos que dicen sí, ellos, ellos, ellos, príncipes y princesas de un cuento que no ha hecho más que empezar.

Son un lienzo en blanco, y siempre, siempre nos quedaran las huellas de lo que fuimos en el pasado, siendo niños, aunque lo ocultemos, aunque esté bajo una capa de polvo, ellos,ellos,ellos.

El mundo esta en sus manos.


La princesa de fuego.

En un castillo lejano, mucho tiempo atrás, vivía una princesa de incomparable belleza. Pero esta joven era, además, muy sabia y rica. Los pretendientes llegaban hasta el castillo constantemente, buscando obtener sus riquezas.


Pero la princesa, cansada de tanto pretendiente falso, publicó un edicto real, donde decía que se casaría con aquel joven que le presentase el regalo más valioso, tierno y sincero del mundo.
Al día siguiente, el castillo estaba lleno de flores y regalos de todo tipo, cartas de amor ardiente que los poetas escribían. La cantidad de regalos era abrumadora y entre ellos descubrió una simple y sucia piedra.
La princesa, intrigada, hizo llamar al responsable de aquel regalo.
- Esta piedra representa lo más valioso que os puedo dar, majestad. Es mi corazón. – dijo el joven- Es sincera, porque aún no es vuestro. Es dura como una piedra, sólo cuando se llene de amor, se ablandará y será el más tierno de todos.
El joven se marchó sin angustias, pero la princesa quedó prendada e intrigadísima. Llevaba aquella piedra a todas partes. Durante meses colmó al joven de atenciones y regalos, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra que la princesa cargaba.
La muchacha se sintió tan desanimada que arrojó la piedra a la chimenea encendida, el fuego consumió rápidamente la arena, de la que emergió una preciosa figura de oro. Entonces comprendió que debería hacer como el fuego y transformar todo a su alrededor, separando lo inútil de lo importante.
La princesa se dedicó a cambiar las cosas en su reino a partir de entonces, dedicó todos sus esfuerzos a ello. Terminó con los lujos y se encargó de que todos los habitantes tuviesen comida y libros.
Todo el que debía tratar con la princesa estaba encantado con su carácter y su vitalidad, tanto que comenzaron a llamarla cariñosamente, “la princesa de fuego”.
Fue así que el corazón del joven se vio conmovido por la bondad y sabiduría de la princesa, y resultó tan tierno como había prometido. Y fueron felices para siempre.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Confianza







Cuentan las leyendas que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.

Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.


- Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.


La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice.


La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino. Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas.


Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida.

Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna.

Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras:


- ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo. Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar.


La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían.


- Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.


- ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.


- Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.


- Así se hará –aseguró el músico.


Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”.

Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación:

- Eurídice, Eurídice...


Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada.






martes, 12 de febrero de 2013

Once you`ve been out of breath?




"Voy andando por un sendero.  Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo… dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto… Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo.
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos… Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo… y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado… descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños…
Me siento abatido… Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca… No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire… De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo… cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras… Los obstáculos los trajiste tú." (Obstaculos- Jorge Bucay)



domingo, 3 de febrero de 2013

De cobardes está lleno el cementerio

¿Qué significa ser valiente? Probablemente muchas personas confundan el concepto de valiente con el el de temerario, y el de cobarde con precavido, cuando no tienen nada que ver ambos conceptos. El valiente se atreverá a descubrir nuevas experiencias por ejemplo ,hacer paracaidismo, pero probablemente habrá ido a practicarlo con una empresa especializada y segura,además de encontrarse en perfectas condiciones físicas. El temerario su único fin será el de hacer paracaidismo sin contar con ninguna de las medidas de seguridad previas. Al cobarde se le mostrarán una a una todas las medidas de seguridad, se comprobarán delante de él, y sin embargo seguirá sin lanzarse, y por lo tanto se terminará perdiendo muchas experiencias geniales en su vida, por el miedo, e incluso impulsado por el miedo, el/la cobarde terminará haciendo temeridades que le terminarán haciendo más daño que el "echarle un par de huevos", porque huir jamás fue una opción. Puedes hacer una retirada cambiar la estrategia, pero en el juego de la vida cada movimiento cuenta y retroceder puede ser avanzar, pero nunca huir. No te permitas ser el espectador de tu vida,actúa, avanza,empatiza, descansa si es necesario, pero no huyas, porque el cementerio de cobardes está lleno, y no hay nada más vacío que una vida dedicada a huir de uno mismo,que una vida dedicada a ser espectador.